sábado, 20 de marzo de 2010


DÍAS IDOS



Pelo entregris y sonrisa imberbe. Tienes edad en la piel, pero tus ojos brillan y miran como sólo lo hacen los que prenden. Aislaría tus ojos, tu sonrisa y dejaría sólo para mí, la contemplación de tu rostro.
Y bien. Eres una foto en realidad, poco más que una imagen enmarcada por los cristales que dejan ver un busto. Tu camisa de uniforme es terrible como todas, pero sus líneas rojas encienden aún más esos ojos callados y calientes y ponen en tus labios el ardor del deseo.
Pasaron siglos y cuando tu mirada tomó palabra se acabó el precepto.
Quiero recuperar aquella emoción del silencio. Ni hola, ni qué tal, ni un solo sonido mientras recogía el billete y quisiera de nuevo la novedad de los segundos y descubrir con asombro que era mirada.
Los días son monótonos contados en el vídeo de la estación. Las mismas gentes que entran y salen siempre a las mismas horas. Las caras desfilan anónimamente aun siendo de siempre viejos conocidos. Billetes, dinero, silencio. Rara vez la mirada mira, rara vez los ojos van a los ojos, rara vez un anónimo es único. No fueron años así, quizá meses. No sé, tú sabrás. Un día vi que me mirabas, ¿desde cuándo estabas allí?
Me miras, qué te pasa. Volví a por el billete, como siempre, anónimamente, y aquel día, aquel día nunca más fui anónima. Hacía tiempo que para ti no lo era y aquel día, como un toque en la frente, vi. Vi que mirabas desde tiempo ha y supe. Supe que ya nunca más seríamos anónimos. Cada mañana sentía la presión de tus ojos en mi cuello, en mi pelo, en mi cuerpo. Cada milímetro de mí, consciente de tí. Me preparaba para tu mirada, no te la devolvía, no había palabras aún,pero sabía que mirabas . Cuando a veces me punzaba la duda, distraídamente me apartaba el pelo o recogía el billete, que como sin querer entre los dedos se me escurría o saludaba a propósito a quien habría esquivado si no fuera porque quería constatar, quería cerciorarme. Nunca fallaste, cada vez que disimulé encontré tus ojos prendidos en mi presencia.
Solías tener cara de poca gente. A veces vi un gesto agrio y cuando me tocaba a mí, la sonrisa se te expandía en el rostro. Jugué muchas veces este juego. ¿Sabes la alegría insensata que introduces? Saberte vida, sólo con la presencia, sin palabras que medien. Esa magia que hace de cada aparición, una complacencia. Sin palabras, ¡qué alegría verte! Sin palabras cuánto deseo inundas. Tú miras y tú sabes que te conozco.
Un día me viste esperando. Me mirabas, me mirabas, yo esperaba. El tren no llegaba y yo esperaba y tu mirabas y mi rubor iba creciendo. Me conmovía tu devoción silenciosa. Nunca he visto el resto de tu cuerpo. ¿Eres alto o bajo?, ¿es tu piel así de blanca o es la luz de la pecera en la que nadas? Cristal y más allá un cuartito pequeño, poblado de cosas y de luz blanca. ¿El verde de tus ojos es figurado? Ojos verdes bordeados de negro horizonte, hacen tu mirada intensa. Me miras, yo espero. Estoy pegada a tu pupila y así tampoco te veo. Habito en tu pupila y sigo allí cuando me voy. Llegó a quien esperaba.
Cuando retorné ya me tenías. Allí, en ese instante, y no otro, se rompió el silencio. Quien conmigo iba, preguntaba. Nunca había oído tu voz, me tenías ventaja, yo estaba obligada hablar; el billete, bono de diez. Tu voz, no quería oírla. Tu voz fue una decepción. A partir de entonces se instauró el saludo y tú gozoso, por primera vez, al dirigirme la palabra. Tus ojos esta vez me capturaron y dejé que me raptaran sin pensarlo. Tu voz tapó la insensata alegría y fue tremendo comprobar que me deseabas. Quien conmigo iba me miró y no entendía nada. Nada le dije, una mirada que habló y un deseo que resbala. Qué hago con lo que da, tan gratuito, inesperado y asombroso. Qué hago con el regalo de saberte encelado.
Y, sin embargo, ha roto la densa presencia anónima que me animaba, quiero borrar tu voz, retirar lo dicho y volver al principio del silencio, al precepto de la mirada.
Vuelve tus ojos a mí, como entonces callado, vuelve a la muda sonrisa y al milagroso desconocimiento de voz y de palabras. Soy anónima, de nuevo cruzo tu línea de mirada casualmente. La mañana es lluviosa o hace el tímido sol de marzo; llevo el abrigo largo o la falda roja, miras mis guantes o sonríes a mis manos. Anónimos desconocidos que nos miramos. Abolidas las palabras.


DiVersos


PEGADA A LA PARED DEL TIEMPO



Pegada a la pared del tiempo, podría no tener ningún inicio.
Podría no tener fin.
Podría hasta ver o no ver el almacén de luz
O el miedo.



Pared del tiempo o bóveda de luz conquistada
En el afán de hollar la piedra, rendirla y despertarla.
Podría crisálida o ventana, salir al tiempo
O la vida.



Pegada a la luz, podría no tener mirada
Podría no tener ocaso.
Podría hasta tres o nada en la indiferencia de la piedra
O la memoria.


DiVersos


Si la tierra fuese plana, correría al horizonte y me sentaría en el malecón. Con los pies colgando.




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Hacerse con una bolsa de carbono, grande, grande. Introducir en ella, la humana miseria y acercarse al borde del planeta plano. Allí, arrojarla al infinito.